4.8.10

Diciembre de 2006

Capítulo 4: Mi propio reflejo

- No querrán saber lo que pasa al final, es un poco fuerte.
- ¿No te parece que ya sabemos el final? Murieron un montón de personas ese día -estaba indignado-.
- Pero hay muchas más novelas donde mueren otras personas, y todavía no escuché que te quejes de las otras -no parecía importarle.
La expresión de María era terrible, parecía que no entendía lo que estábamos discutiendo, parecía no poder seguirnos.
- De cualquier manera no me gusta que escribas sobre eso, tenés talento para cosas mejores -mentía-.
- Lo sé, pero me pareció interesante, ¿es un pecado eso?
- No, para nada -María se metió en la conversación-. Pero pienso que es terrible que te metas con un tema que tuvo al mundo preocupado y con miedo durante mucho tiempo -no pensé que fuera tan inteligente-.
- Bueno, veo que no les interesa saber más sobre mi próxima novela, espero que mis lectores y admiradores no piensen como ustedes -se levantó de la mesa-.
- ¡Esperá, no te vayas! -le dijo María, yo lo hubiese dejado ir sin decir una palabra-.
- No importa, otro día nos volveremos a ver -se dio vuelta y se fue con la cabeza baja, como si acabara de ser humillado. De mala gana saco dos billetes de cien pesos y los dejó en la mesa-.
Y ahí estábamos nosotros. María y yo, yo y María. Arellano era un viejo amigo, teníamos una relación muy distante y respetuosa, pero al mismo tiempo teníamos mucha confianza. Moralmente no podría terminar de cenar con la ex-pareja de mi amigo, pero deseaba que eso sucediera para que la pudiera conocer mejor.
- Bueno, creo que se enojó, después voy a hablar con él -traté de parecer preocupado para no quedar mal-.
- Sí, cuando se tranquilice voy a pedirle perdón por hacerlo enojar.
La luz tenue del salón la hacía maravillosamente hermosa, pero al mismo tiempo me sentía culpable de pensar eso, ella se acababa de pelear con mi amigo. Y para peor, tenía muchos años menos que yo.
- ¿Te parece si terminamos de comer nosotros dos? Ya que nos quedamos solos -claramente sin esperar alguna respuesta buena-.
- Me parece bien, y de paso podemos hablar un rato de nosotros para conocernos mejor.
¿Qué? ¿De verdad me dijo eso? Con mi cara de póquer traté de no sobresaltarme.
- Dale, es una pena desperdiciar esta comida tan cara -que era lo que menos me importaba-.

No hay comentarios: