9.6.12

Diciembre de 2006

Capítulo 10: Historias de viajeros

Conozco una frase muy interesante: "el futuro surge cuando vivimos el presente con las puertas del pasado cerradas". ¿Tendrá futuro mi relación? Bueno, "relación" es una manera de llamar a estas dos o tres salidas, solo lo quería abreviar un poco, solo quería sentirme acompañado. Perdonen, soy de enamorarme rápido. Estamos todos inmersos en un juego. Es mejor saber las reglas y resignarse a ser parte de él. Algunos lo llaman "amor". Como todo juego, se puede ganar y se puede perder, pero los empates no son tan comunes. Me contaron que existen, aunque yo nunca vi alguien empatar.
En cuanto a lo que hacíamos nosotros, estábamos yendo a tomar el micro que nos llevaría a Buenos Aires.
¿Alguna vez vieron a esos muchachos de las terminales manejar el equipaje con delicadeza? ¡Un elefante en una cristalería rompería menos cosas!
Durante todo el viaje estuvimos compartiendo historias de vida, que eran muy largas para ponerlas en esta novela, pero muy cortas para decir que ya la conocía totalmente. Hasta hubo momentos de tensión, de miedo. Ella me contaba sobre sus amores anteriores, y después me pedía que le contara de los míos. No me animé, pero quería decirle que todas las anteriores no me importaban cuando estaba con ella.
Ya estábamos a punto de llegar a Retiro. Yo debería bajarme solo y verla irse hasta su terminal, y volví a sentir ese miedo de no volver a verla, ese miedo que solo se hizo extrañar un par de días. Aunque no quería preguntarle si la vería de nuevo, porque quedaría como un acosador desesperado, aún sintiéndome así.
El micro ya había estacionado y todavía no había comenzado a despedirme, ni a darle lástima para que nos volvamos a encontrar pronto. Algo titubeante comencé...
- Te voy a extrañar.
- Pero supongo que nos vamos a ver dentro de poco, ¿no es cierto?
- Cuando vos me digas. No tengo problema en ponerle pausa a mi vida monótona para estar con vos un rato.
Nos saludamos con un hermoso beso. Luego yo volvería a mi departamento, donde esperaría a que por el teléfono volviera a salir su voz.

5.1.12

Diciembre de 2006

Capítulo 9: Una historia simplemente perfecta

No soy de soñar mucho, y esa noche no fue la excepción. Mi mente permaneció apagada tanto como la Luna estuvo encendida, hasta que el despertador interrumpió su letargo. Faltaba una hora para comenzar la vuelta a mi hogar. Hice los ajustes finales, y salí caminando lento rumbo a la terminal.
Habíamos quedado en encontrarnos en la esquina, sólo esperaba que no se olvidara. Mientras yo, bueno, ¿cómo olvidarme de ella? Parecía estar dibujada en mis ojos, escrita en mis pensamientos. Ojalá pudiera arroparla cada noche con estos sentimientos que, todavía, guardo en secreto.
Era una mañana muy fría para ser un 20 de diciembre, nadie creería que el verano empezara un día después. Para cuando me di cuenta, ya estaba en el lugar pactado. Mi sobretodo marrón, casi verde, y mi sombrero gris, me hacían parecer una suerte de mafioso. Pararme en una esquina donde circulaba no demasiada gente, no ayudaba al caso.
Luego, me enceguecí. La vi caminar hacia mí y simplemente me enceguecí. No llevaba más que una camisa blanca y un jean, pero vestirse más casual la hacía parecer aún más linda. Tal vez era yo, que me daba igual cómo estuviese vestida, pero no tenía sentido seguir pensando en eso. Prefería concentrarme en verla acercándose, con su pelo bailando al compás del viento.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a caminar más lento, hasta quedar los dos frente a frente. Puso sus brazos alrededor de mi cuello, tomó aire, y luego dijo...
- Anoche soñé con vos.
Me besó. En mi cabeza chocaron dos planetas. El tiempo se detuvo. Tengo muchos años, y tengo suficientes experiencias, pero nunca algo como esto. Tal vez nunca me había enamorado, tal vez ella era única. De lo único que estaba seguro era que, podía dejar toda mi vida pasar en un instante, podía dejar que el viento se lleve todas mis aflicciones, podía subir a mi balcón y abrazar la luna, sólo por que cada una de mis palabras se fuera con ella.
De repente, algo me sacó abruptamente de mi sueño.
- ¿Vamos? En 20 minutos sale nuestro micro.
El Sol había salido esa mañana, sí, pero parecía que estaba alumbrando el cielo sólo para mí, para nosotros.

31.12.11

Diciembre de 2006

Capítulo 8: ¡Ah!... Basta de pensar

Iluminada, bella, con la simpleza que la caracterizaba. Era la mejor sorpresa que me había llevado desde mi arribo a la provincia. Bueno, en realidad no era la mejor, venía después de lo que había pasado la noche anterior.
- No esperaba encontrarte acá, ¡qué linda sorpresa! -lo de linda lo estoy diciendo por vos, no por la sorpresa-.
- ¡Hola! -no se sobresaltó, lo dijo como si se encontrara con un amigo, no parecía estar tan emocionada como yo- Tampoco esperaba encontrarte. Salí a pasear porque es mi último día acá, mañana me vuelvo a Buenos Aires. Vení, ¿caminamos?
Me agarró del brazo. Levanté el mentón, orgulloso, aunque mi felicidad duró muy poco. Tenía que pensar en una manera de volver también, pero no dejar que descubra que estoy desesperado por seguirla. La única excusa que tenía, era que lo de la radio ya estaba hecho, pero igual tenía que plantearlo en un par de segundos, y tenía que ser bueno.
- De hecho, yo también pensaba en volverme hoy, total hace un rato vine de la radio. Extraño la ciudad, no me gusta tanto hacer turismo.
- Creo que no debería pedírtelo, es medio desubicado... -¿lo dirá?- Bueno, ¿qué más da? ¿Volvemos juntos?
El primer paso ya estaba dado. Después siguieron las mismas escenas de siempre, paseando por el museo, nada interesante. Voy a omitir el resto de lo que pasó, así los llevo al momento en que volví al hotel.
No había llevado muchas cosas, por suerte. Volver a armar las valijas no sería un gran problema. Golpearon la puerta, pero yo no esperaba a nadie.
- Vengo a disculparme, Mariano -¿cuál era la posibilidad de que pasara esto?-.
- Vení, pasá. Mañana me vuelvo a la Capital, no iba a irme sin verte antes.
¿A quién quiero engañar? Yo me quería volver con María lo antes posible, pero si Arellano se enteraba, iba a sacar problemas de lugares que ni él conoce.
Cuando terminamos de hablar, me dio la mano calurosamente, y volvió a su casa. Seguramente no lo iba a ver más por mucho tiempo, pero a él tampoco parecía importarle. Yo no podía perder más tiempo del que ya había perdido en el museo. En realidad no lo perdí totalmente, pero no pienso que lo indicado sea darle un beso en la mejilla a quien besaste la noche anterior. No, no hablo de mí, hablo de ella.
Pasé varios minutos parado, pensando, en el medio de la habitación. Me di cuenta que no había comido, pero la tarde caía en Rosario y yo debía comprar mi pasaje.
Más tarde, terminé mi pequeña lista de quehaceres, cené y me acosté. Ella siempre está presente; en éste y en todos mis pensamientos. Mi almohada tenía más sueño que yo. Podría haberme quedado toda la noche contemplando el techo, imaginando. Quedé prendado a la dulzura de su voz. Mi sonrisa era diferente, sonreía por otro motivo, sonreía por ella. Mi único consuelo era, además de unas tibias esperanzas, esa frase tan conocida: "mañana será otro día".

28.12.11

Diciembre de 2006

Capítulo 7: Una pausa

Me desperté en mi habitación, pero no pude despegarme de la cama hasta que pasaron las dos primeras horas. No dejaba de mirar el techo, como si en algún momento ella apareciera colgada del ventilador.
Se me hacía tarde, debía ir a la radio a presentar mi libro, a hablar sobre otra de las cosas que importan a todos, menos a mí. Salgo y paro un taxi, ya llevaba bastante demora..
- ¿Se puede apurar por favor? Estoy llegando un poco tarde.
- Hubiese salido antes.
¡Qué mala suerte la mía! me tocó, lamentablemente, otro de esos taxistas que odian su trabajo y se desquitan con la gente. Ya estaba por llegar a la radio. Mi cara se estaba tornando gris. Apenas habían pasado unas horas, y ya la estaba extrañando.
Cuando entré, la recepcionista me reconoció instantáneamente, aunque juraba nunca haber visto su cara antes. Me llevaron a una habitación muy pequeña, que tenía un sillón, y unos parlantes en la pared, donde sonaba la transmisión en vivo de la radio. Apenas me siento, una persona entra por la puerta. Entró, sí, pero no sin antes demoler la puerta con su apuro, y darme el susto de mi vida. No tuve tiempo ni de verle la cara, sólo vi que llevaba unos auriculares enormes y una carpeta.
- ¡Apurate! En dos minutos salís al aire, ¡vení, vení! -me agarra del brazo-.
- Esperá, nunca estuve en una radio, ¿qué tengo que decir?
El chico bufó ligeramente, y se detuvo, como tratando de que no me diera cuenta. Apenas terminé de ver la larga expresión de su rostro, ya se las había arreglado para meterme de prepo al estudio principal. Me susurran que me siente en el lugar más alejado de la mesa, y me ponen unos auriculares enormes, como los que llevaba el chico.
- Estamos con Mariano Bonetto, un prestigioso escritor que ya todos conocemos. Hoy nos va a presentar su nueva novela, que va camino a la fama, y al puesto número uno del ranking de ventas nacional. Contanos, Mariano, contanos un poco.
Era como meterme dentro de mi equipo de música, ellos hablaban muy sistemáticamente, parecía que todos los diálogos ya estuvieran hechos. Por supuesto, yo estaba nervioso y no sabía bien por dónde empezar.
- Les cuento. Es una nueva novela, no muy diferente de las anteriores, prefiero ser siempre fiel al estilo que me caracteriza...
En fin, lo mismo de siempre, no me sentía cómodo y traté de hacerlo con el menor dolor posible. Apenas me dieron la libertad, salí de la radio a paso muy acelerado, quería alejarme de ese lugar antes de que me siguieran haciendo preguntas.
Esperando tener mejor suerte, me subí a otro taxi, pero no al hotel. Le pedí al chofer que me lleve a algún museo, tenía ganas de disfrutar mi mañana. Podría haber elegido un parque, sí, pero no me gusta el sol fuerte.

8.10.11

Diciembre de 2006

Capítulo 6: Sorpresa

Soy bastante aficionado al cine, más que nada al cine independiente. Me gusta ver películas que nadie conoce por dos razones; primero, las considero mucho mejores que las súper-producciones que atraen millones a los cines, y segundo, porque la gente que las hace -a veces muy poca gente-, y con el mínimo presupuesto del que dispone, hace obras maravillosas que nunca tienen el reconocimiento merecido.
- ¡Elegí una entonces! -con una gran sonrisa de felicidad, como si fuéramos nenes hablando de figuritas-.
- Mejor elegí vos, no conozco ninguna de las que están dando.
"Algunos días de Septiembre" se llamaba la primera película en la cartelera. Por la foto y el título, parecía ser de esas películas de drama que nunca terminan. Era una de esas noches que se ven una vez cada año, tan hermosa y tranquila. Y yo, bueno... por ver una película mala, acompañado por la ex-pareja de un gran amigo, en cuyos ojos miel todavía sigo perdido, con el constante miedo de meter la pata, y la culpa de que nuestra salida de tres se haya transformado en una salida de dos.
Mientras ella compraba las entradas, miraba hacia atrás y sonreía. Es una buena señal, por lo menos no me mira con cara de asco. Me sentía un poco menos nervioso, nos estábamos empezando a llevar mejor, a conocer más. Al mismo tiempo, me sentía más presionado que antes, después le vería de nuevo la cara a Arellano, y tendría que dar muchas explicaciones.
- ¡Dale, vamos! -me agarra del brazo y me lleva. Ni cuenta me di que ya tenía las entradas, estaba muy ocupado pensando en qué decirle después al otro-.
Entramos a la sala tomados del brazo, no sé qué significaba justo en este momento, que realmente era el primer día en mi vida que la veía. No importa, dejemos que todo siga así de bien.
Me voy a saltear la parte que sigue, pero no pasó nada interesante, solamente que me agarró del brazo, apoyó su cabeza sobre mi hombro, casi como si fuéramos una pareja. En cuanto a la película, cumplió con mis expectativas, fue demasiado mala, aunque he visto peores. Pero por lo menos, pasé un rato más con ella.
Se hizo la hora de despedirse. Salimos del cine y estaba lloviendo fuertemente. Es sólo una manera de decir, en realidad el cielo se caia a pedazos.
- Te ofrecería llevarte a tu casa, pero mi auto está en Capital -no había tenido tiempo antes para dármelas de caballero-.
- No vivo muy lejos de acá. Además, no me importa mojarme, pasé una noche maravillosa con vos -¿realmente dijo eso, o me lo estoy imaginando?-. Queda en vos decidir si nos volvemos a ver, aunque ya sabés lo que me gustaría a mí -sigue con su sonrisa pícara-.
Aún seguía pensando en que tuvo una noche maravillosa, que no me di cuenta cuando me besó. No me pregunten, no recuerdo cuánto duró. Lo único que sé, es que existió de verdad.
La veia irse, todavía conmocionado. Me quedé parado en el medio de la vereda, mirando como el viento hacía volar su pelo, hasta que se fundió en la noche.

1.2.11

Diciembre de 2006

Pre-Capítulo 6: Mi fin

Mis nervios se notaban demasiado. No soy una persona de salir siempre a bares y a boliches para conocer mujeres. Me da terror cuando ellas toman el control de la conversación y se rien pícaramente de todo lo que decís, sólo para hacerte quedar mal, espero que éste no sea uno de esos casos.
- Contame algo más de vos -¿y ahora qué le digo?-.
- Me gusta mucho, además de leer, ver películas y escuchar música clásica.
- ¿Te gusta ir al cine? -esperaba tener la chance de invitarla después de comer, aunque no sería apropiado-. ¿Qué te parece si vamos a ver una película después de comer? -sonreía mientras me pedía entre líneas que la lleve al cine-.
Cuando llegamos me preguntó qué película quería ver, a lo que yo conteste que cualquier película me daba lo mismo, que me gustaban todos los géneros de cine. En realidad solo quería pasar más tiempo con ella.

22.12.10

Diciembre de 2006

Capítulo 5: El fuego en nosotros

Lo único que quería era que ella me mire de otra manera, como la miraba yo, que casi no podía tomar mi sopa por no ver el plato. Me perdía completamente en sus ojos color miel. Sus pestañas llegaban del piso a las nubes cuando las hacía bailar con su parpadear.
- ¿Qué te pasa? Estas muy callado...
- Perdón, es que no sé qué decir... -en realidad me enamoré perdidamente de vos en esta vaga hora y media que te conozco-.
- No hay problema. Podemos hablar de tu novela, si no te molesta, es que me encantó tu historia.
¿De verdad? ¿Le encantó? ¿Esto es verdad?
- Es que me da un poco de vergüenza hablar de mis novelas, no recibo más comentarios que los pocos que firman en mi blog, y leerlos en la computadora no hace que me sonroje, já -tímidamente pero no frágil-.
- Tu blog es la primera página de mis favoritos -¿qué? Eso está bueno...- aunque me molesta que nunca firmes lo que escribis y que siempre estés en un anonimato total. Muchas personas saben quién está atrás de esos textos, yo me acabo de enterar gracias a Leandro que ese blog tan famoso era tuyo. Deberías empezar a ponerle tu nombre a lo que escribís. Pero basta, hablar de internet ya aburre. Mejor hablemos de vos, de mí o de nosotros -la palabra "nosotros" me hizo ver que había algo real en todo este diálogo soñado y casi ficticio-.
- Por favor. ¿Qué querés hablar sobre mí? ¿Hay algo que quieras saber? -muy disimuladamente-.
- Todo -impresionante-. Contame todo sobre tu vida que me interesa. Presentate como si fueras a un programa de televisión a buscar pareja -yo pensé que había venido acá a buscar pareja-.
- Bueno. Tengo 51 años. Soy porteño, vivo en un piso de Libertador y Coronel Díaz, en el mismo edificio que Mirtha Legrand. Hace 2 años me divorcíé después de 28 años de casado. Soy abogado e ingeniero textil, pero hace poco decidí dejar de trabajar y dedicarme a lo que realmente me gusta, escribir.
- Sos genial, capaz y muy inteligente. Solo me queda una cosa por saber de vos... sé que el blog que leía siempre era tuyo, pero nunca supe tu nombre.
- ¿De verdad no lo dije? Es que ando muy despistado ultimamente, perdón. Me llamo Mariano Adrián Bonetto -en realidad no me dí cuenta de decirte mi nombre, pero creo que no importa eso si te digo que te amo-.
Ocultando mis intenciones detrás de una risa soberbia pero no seca, traté de sacarle información importante.
- Ahora te toca a vos contarme de tu vida -empezá por decirme quien te dio esos ojos tan hermosos-.
- Mi nombre completo es María Laura Torres, pero no me gusta mi segundo nombre, así que siempre digo que me llamo María solamente. Tengo 39 años. Salía con Leandro hasta que... bueno, ya sabés que nos peleamos. Tambien vivía en Capital, vine acá a vivir con él pero estoy pensando en volver -me encantaría que vivas conmigo-. Tengo una casa en Liniers, en la calle Timoteo Gordillo.
- ¿No es en el barrio de las mil casitas?
- ¡Sí! ¿Conocés el barrio?
- Si, lo conozco, es muy lindo y colorido -no me dí cuenta desde cuándo empezamos a hablar como si nos conociéramos de toda la vida-.
Mi pequeño plato de sopa se había enfriado, pero no sé de qué manera ella logró terminar todo el pollo. La verdad ya no me interesaba lo que podía pagar por la comida, habia conocido una mujer maravillosa.

4.8.10

Diciembre de 2006

Capítulo 4: Mi propio reflejo

- No querrán saber lo que pasa al final, es un poco fuerte.
- ¿No te parece que ya sabemos el final? Murieron un montón de personas ese día -estaba indignado-.
- Pero hay muchas más novelas donde mueren otras personas, y todavía no escuché que te quejes de las otras -no parecía importarle.
La expresión de María era terrible, parecía que no entendía lo que estábamos discutiendo, parecía no poder seguirnos.
- De cualquier manera no me gusta que escribas sobre eso, tenés talento para cosas mejores -mentía-.
- Lo sé, pero me pareció interesante, ¿es un pecado eso?
- No, para nada -María se metió en la conversación-. Pero pienso que es terrible que te metas con un tema que tuvo al mundo preocupado y con miedo durante mucho tiempo -no pensé que fuera tan inteligente-.
- Bueno, veo que no les interesa saber más sobre mi próxima novela, espero que mis lectores y admiradores no piensen como ustedes -se levantó de la mesa-.
- ¡Esperá, no te vayas! -le dijo María, yo lo hubiese dejado ir sin decir una palabra-.
- No importa, otro día nos volveremos a ver -se dio vuelta y se fue con la cabeza baja, como si acabara de ser humillado. De mala gana saco dos billetes de cien pesos y los dejó en la mesa-.
Y ahí estábamos nosotros. María y yo, yo y María. Arellano era un viejo amigo, teníamos una relación muy distante y respetuosa, pero al mismo tiempo teníamos mucha confianza. Moralmente no podría terminar de cenar con la ex-pareja de mi amigo, pero deseaba que eso sucediera para que la pudiera conocer mejor.
- Bueno, creo que se enojó, después voy a hablar con él -traté de parecer preocupado para no quedar mal-.
- Sí, cuando se tranquilice voy a pedirle perdón por hacerlo enojar.
La luz tenue del salón la hacía maravillosamente hermosa, pero al mismo tiempo me sentía culpable de pensar eso, ella se acababa de pelear con mi amigo. Y para peor, tenía muchos años menos que yo.
- ¿Te parece si terminamos de comer nosotros dos? Ya que nos quedamos solos -claramente sin esperar alguna respuesta buena-.
- Me parece bien, y de paso podemos hablar un rato de nosotros para conocernos mejor.
¿Qué? ¿De verdad me dijo eso? Con mi cara de póquer traté de no sobresaltarme.
- Dale, es una pena desperdiciar esta comida tan cara -que era lo que menos me importaba-.

19.4.10

Diciembre de 2006

Pre-Capítulo 4: Mi propio reflejo

- Elegí un tema muy fuerte para mi novela. Sé que a muchas personas les caerá mal leerlo, pero francamente no me importa. Empieza el 10 de Septiembre de 2001.
- ¿Escribiste sobre las torres gemelas?
- Te volviste mucho más inteligente desde la última vez.
- Gracias, esperaba que no lo notaras.
El sarcasmo invadió el lugar.

1.11.09

Diciembre de 2006

Capítulo 3: Consomé de pato

- Es un buen restaurant, he ido un par de veces y quedé bastante satisfecho, aunque no es lo mejor de lo mejor.
Tan pronto como salimos a la calle, un sol que hacía más placentero caminar iluminó mi rostro. No me interesaba saber más de sus éxitos como escritor, solo él pensaba que le iba bien con sus libros. Cuando llegamos a la primera esquina, miro hacia atrás para ver si María seguía con nosotros. Parecía estar pensando en otra cosa, y se retrasaba con sus pasos cada vez más. Disimulé una sonrisa que decía "Arellano es un inútil, vos sos fantástica", pero no recibí respuesta. Después de unas cuadras más y una conversación espantosa, pude ver a lo lejos un toldo rojo y dorado, bailando al ritmo de una suave brisa. Parecía bastante sofisticado, aunque no logro recordar el nombre. Siempre preferí la comida simple, no me gustan las cosas muy rebuscadas, pero era una invitación y lamentablemente tuve que ir. Tengo que admitir que estaba muy bien ambientado, sillas y mesas hechas con troncos, piso de piedras grises y paredes de ladrillos a la vista. Demasiado criollo para mí. El hombre tenía una planilla, esperaba que nofuera tan sofisticado.
- Buen día.
- Buen día señor -respondió-. Tengo una mesa reservada a nombre de Arellano, Leandro.
Mis mayores temores fueron confirmados, creo que el no tenía idea de lo mucho que odio los lujos.
- Si, una mesa para dos cerca del jardín. Ya los ubico.
María entregó un gesto de desprecio, pero no la hacía ver menos atractiva.
- ¿Podrían ser tres?
- Por supuesto señor, permítame acompañarlos.
Caminamos por un pequeño pasillo entre las mesas del restaurant. La gente nos miraba, seguramente porque éramos dos hombres con una mujer, no se acostumbraba ver comensales que no fueran parejas. El mozo nos guió hacia una mesa alejada de la entrada. Claramente había sido preparada solo para dos personas. El mantel carmesí era tan suave que daba temor comer encima de él. Otros dos mozos pusieron hábilmente todos los arreglos de mesa. En el centro había un florero con rosas negras. En mi vida ví flores tan hermosas. Un cuarto mozo apareció entre Arellano y María y preguntó si gustaríamos de un aperitivo. María le sonrió dulcemente y pidió el vino más caro que el restaurant tenía. Pensé que debería comer poco para que no se vaya del presupuesto de mi amigo. Solamente pedí agua mineral y Arellano hizo una seña de que quería lo mismo. Por los siguientes diez minutos, hasta que llegó el menú, seguimos discutiendo sobre las no del todo exitosas obras. Otro mozo apareció. Traía en su mano derecha tres menús bastante extensos. Tenían una tapa de cuero con letras grabadas a fuego y unos pequeños ángulos de metal en sus bordes. Lamentablemente el menú no tenía los precios, entonces tuve que tratar de adivinar cuál sería el plato más barato. Pedí una sopa, no tan cara, además me ayudaría con mis débiles esfuerzos de perder peso. Cuando el mozo volvió con los platos, no me sorprendí al ver que María había pedido pollo, con una ensalada y condimentos que nunca había visto antes. Era muy obvio que pediría algo caro, su próxima cena la debería pagar ella.
- ¿Está a medio asar como lo pedí?
- Si señora, justo como lo pidió -respondió el mozo-.
Tal vez se concentró en su plato cuando trajeron la comida para no interrumpir el argumento de Arellano.
- Te cuento como empieza la historia. Te sorprenderá lo atrapante que es.
Esperaba que no fuera tan atrapante, no sabía cómo decirle que me parecía un estúpido.

24.10.09

Diciembre de 2006

Capítulo 2: Rosas y lágrimas 

- Pasá -me dijo-. Ella es María -como si no lo hubiera notado solo habiendo visto su rostro-.
No soy de esos hombres que les gustan los desperdicios de otros, pero debo admitir que no me hubiese molestado hacer de ella la excepción. Tenía un pelo color castaño claro, brillante, y ojos miel que iluminarían aún a las miradas más oscuras. Vestía un suéter rayado, de color turquesa, y unos jeans casi blancos. Todavía no puedo creer que haya dejado ir a esa perfecta mujer. María me dio la mano y se disculpó por lucir desaliñada.
- Estuve empacando toda la tarde y no tuve tiempo para arreglarme.
La prueba de su trabajo estaba a la vista. Estaba señalando tres valijas que parecían pesadas, como si hubiese estado mucho tiempo viviendo en el departamento de Arellano. En un bolsillo de la valija más grande se dejaba ver la tapa de un libro titulado "Rosas y lágrimas". He leído miles de libros en 51 años, hasta libros que ni su propio autor sabía que existían, pero el de María me llamó la atención. Debía averiguar más sobre eso.
- ¿Quién escribió ese libro? -traté de ser lo más educado posible, sin parecer idiota-.
- Todavía no lo sé. He preguntado en todas las bibliotecas que conozco y nadie me supo decir.
- El nombre es interesante, ¿qué trata la historia? -con cara de sorprendido, de nuevo sin parecer idiota-.
- La verdad está escrita en nuestros rostros -María cortó su propio discurso, vaya a saber por qué-.
No podría haber elegido una peor tarde para visitar a mi amigo, que había estado callado desde que me presentó a quien sería su nueva ex-novia.
- Me temo que vamos a tener que cenar afuera -el aire estaba muy agitado, Arellano debía calmarla para que no pase a mayores-. Ha sido -hizo una pausa inapropiada, seguida de un suspiro- un día muy ocupado.
- Felicitaciones -me di vuelta para mirar a María-. Tu novela.
- Si, felicitaciones -Arellano siempre fue metido-. No tuve tiempo de leerla, he estado muy ocupado. Así que no me cuentes nada, no quiero que me revelen la historia -añadió una sonrisa-.
Ahora no era yo solo el que trataba de quedar bien. Le dí mi regalo para no tener que hablar más de mi novela. Para mi sorpresa, Laura no se encontraba en el departamento.
- Gracias, lo leeré apenas pueda.
- Yo ya lo leí.
No sabía que María había leído mi libro, fue la sorpresa más agradable del día, o tal vez la única sorpresa agradable del día. Arellano se mordió el labio, claramente ella lo estaba poniendo en una posición no muy favorable, aunque no creo que lo haya hecho a propósito.
- ¿Les importaría si los acompaño? -era el momento en que María le demostraba a Arellano que todavía no era su momento de irse-. Tengo hambre y no hay mucho en la heladera. Espero no molestarlos.
Arellano estaba a punto de protestar, pero se lo guardó al ver mi expresión de agrado.
- A mi no me molestaría para nada, deberías preguntarle al anfitrión -lo miro-.
- No hay problema, vení con nosotros.
Creo que María no se dio cuenta cuando él habló, ya estaba dirigiéndose hacia el ascensor. Apenas bajamos a la calle, Arellano me comenta sobre un nuevo restaurant que abrieron hace unos pocos días. Se encontraba a cinco cuadras del edificio, por lo que no hacía falta ir en su auto. Según él, la comida era excelente, como todo buen restaurant en el centro de la ciudad. Mi mente empezó a protestar. Aunque sabía que Arellano era cocinero y tenía buen gusto para la comida, también sabía que le gustaba probar comidas exóticas, extranjeras y raras. No comería Sushi ni cosas parecidas. Recordé también que Arellano era muy amarrete con su dinero. Nunca lograba estar equilibrado. O le sobraba la plata, o no llegaba al fin de mes. Solo esperaba que su novela fuera interesante.

23.10.09

Diciembre de 2006

Capítulo 1: Viaje

Cada vez que voy a Rosario, siempre trato de encontrarme con un amigo de mi infancia, Leandro Arellano. Somos totalmente opuestos en nuestros estilos, somos tan diferentes que casi nos complementamos. De hecho, Arellano y yo solo tenemos una cosa en común; los dos somos escritores. Pero aún hay otra diferencia, él se especializa en cuentos de terror que salen publicados en una revista local, mientras que yo prefiero contar pequeñas historias de mi vida y compartirlas en internet, aunque tienen repercusiones en otros medios escritos, como diarios sin popularidad y revistas que nadie compra.
Otra de las diferencias que nos distancian es el hecho de que yo estuve casado con la misma mujer por 28 años, mientras que cada vez que me encuentro con él, sale con una mujer diferente -no está mal, considerando que viajo no menos de dos veces al año-. Sus mujeres siempre son parecidas a él, y hay distintos niveles de química dependiendo de la etapa de la relación. Al principio pensé que solo se preocupaba por lo físico, hasta que comencé a enfriarme y me di cuenta que Arellano también quiere tener una relación.
Lo llamé desde mi hotel en la calle Barrios para decirle que había llegado a la ciudad para promocionar mi última novela en una conocida FM de la ciudad, y él inmediatamente me invitó a cenar el día siguiente. Pensé que, como muchas veces antes, sería en su departamento. Otro de sus tantos superlativos, no como yo, él es un excelente cocinero.
- No puedo esperar para verte -me dijo-. Se me ocurrió una idea para una nueva novela y quiero que pruebes el argumento.
- Encantado, -respondí- espero que nos podamos ver mañana a la noche. ¿Te importaría si pregunto...?
- María -no me dejó terminar-.
- María -repetí para que me cuente lo que había pasado-.
- No hay necesidad de que sepas más sobre ella, está a punto de partir. Acabo de conocer a otra, se llama Laura. Es genial, seguro te agradará conocerla.
Sentí que no era el momento apropiado para decirle que todas me habían agradado. Debí preguntar si alguna de ellas vendría a cenar con nosotros.
- Depende de María, no sé si habrá terminado de hacer sus valijas. Si ella se va, entonces Laura vendrá con nosotros. Todavía no pude acostarme con ella, había pensado hacerlo mañana por la noche, pero deberá ser pospuesto -me reí-.
- No te hagas problema, puedo esperar, después de todo voy a estar acá por una semana.
- No, no, de cualquier manera es más importante mostrarte mi novela primero. Entonces, ¿por qué no venís mañana a la tarde a mi departamento? Más o menos a las siete y media estaría bien.
Antes de dejar el hotel, tomé una de las copias de mi libro, -gentileza de otro amigo que no vale la pena nombrar, solo aclarar que lee mi blog y me pregunta si puede imprimir las novelas que le gustan- y escribí en la última hoja: "espero que lo disfrutes".
Arellano vive en uno de esos departamentos pequeños pero bien decorados, típicos de un hombre como él. Calle Mitre al 200, decía el papel que anoté. El portero del edificio parecía cambiar cada vez que viajaba a Rosario, así como sus novias.
El nuevo portero bufó cuando le dije mi nombre, y me dirigió al ascensor más lejano al recibidor. Subí hasta el piso 14, sería muy molesto sufrir un corte de luz y bajar por las escaleras. A medida que me iba acercando a su puerta, ensayaba en mi mente los pequeños diálogos que tendría con María -chau-, y con Laura -hola-. Sentía cada vez más fuerte sus voces, hasta que se convirtieron en gritos. Era obvio que este era el final de María y el comienzo de Laura, y yo estaría muy incómodo si tengo que quedar en el medio de un triángulo de parejas.
Hubiese deseado llegar más tarde, pero ya era demasiado tarde y debí tocar el timbre. Los gritos se detuvieron en un instante. Arellano me abrió la puerta. Su cara estaba llena de expresiones de odio, pero aún así le alcanzaba para disimular una sonrisa, que me recuerda que olvidaba contarles más diferencias. Sus pequeños rulos negros y su físico trabajado enseñan rasgos de sus generaciones anteriores; hijo de un campeón de tenis y de una cantante de raza negra.