1.11.09

Diciembre de 2006

Capítulo 3: Consomé de pato

- Es un buen restaurant, he ido un par de veces y quedé bastante satisfecho, aunque no es lo mejor de lo mejor.
Tan pronto como salimos a la calle, un sol que hacía más placentero caminar iluminó mi rostro. No me interesaba saber más de sus éxitos como escritor, solo él pensaba que le iba bien con sus libros. Cuando llegamos a la primera esquina, miro hacia atrás para ver si María seguía con nosotros. Parecía estar pensando en otra cosa, y se retrasaba con sus pasos cada vez más. Disimulé una sonrisa que decía "Arellano es un inútil, vos sos fantástica", pero no recibí respuesta. Después de unas cuadras más y una conversación espantosa, pude ver a lo lejos un toldo rojo y dorado, bailando al ritmo de una suave brisa. Parecía bastante sofisticado, aunque no logro recordar el nombre. Siempre preferí la comida simple, no me gustan las cosas muy rebuscadas, pero era una invitación y lamentablemente tuve que ir. Tengo que admitir que estaba muy bien ambientado, sillas y mesas hechas con troncos, piso de piedras grises y paredes de ladrillos a la vista. Demasiado criollo para mí. El hombre tenía una planilla, esperaba que nofuera tan sofisticado.
- Buen día.
- Buen día señor -respondió-. Tengo una mesa reservada a nombre de Arellano, Leandro.
Mis mayores temores fueron confirmados, creo que el no tenía idea de lo mucho que odio los lujos.
- Si, una mesa para dos cerca del jardín. Ya los ubico.
María entregó un gesto de desprecio, pero no la hacía ver menos atractiva.
- ¿Podrían ser tres?
- Por supuesto señor, permítame acompañarlos.
Caminamos por un pequeño pasillo entre las mesas del restaurant. La gente nos miraba, seguramente porque éramos dos hombres con una mujer, no se acostumbraba ver comensales que no fueran parejas. El mozo nos guió hacia una mesa alejada de la entrada. Claramente había sido preparada solo para dos personas. El mantel carmesí era tan suave que daba temor comer encima de él. Otros dos mozos pusieron hábilmente todos los arreglos de mesa. En el centro había un florero con rosas negras. En mi vida ví flores tan hermosas. Un cuarto mozo apareció entre Arellano y María y preguntó si gustaríamos de un aperitivo. María le sonrió dulcemente y pidió el vino más caro que el restaurant tenía. Pensé que debería comer poco para que no se vaya del presupuesto de mi amigo. Solamente pedí agua mineral y Arellano hizo una seña de que quería lo mismo. Por los siguientes diez minutos, hasta que llegó el menú, seguimos discutiendo sobre las no del todo exitosas obras. Otro mozo apareció. Traía en su mano derecha tres menús bastante extensos. Tenían una tapa de cuero con letras grabadas a fuego y unos pequeños ángulos de metal en sus bordes. Lamentablemente el menú no tenía los precios, entonces tuve que tratar de adivinar cuál sería el plato más barato. Pedí una sopa, no tan cara, además me ayudaría con mis débiles esfuerzos de perder peso. Cuando el mozo volvió con los platos, no me sorprendí al ver que María había pedido pollo, con una ensalada y condimentos que nunca había visto antes. Era muy obvio que pediría algo caro, su próxima cena la debería pagar ella.
- ¿Está a medio asar como lo pedí?
- Si señora, justo como lo pidió -respondió el mozo-.
Tal vez se concentró en su plato cuando trajeron la comida para no interrumpir el argumento de Arellano.
- Te cuento como empieza la historia. Te sorprenderá lo atrapante que es.
Esperaba que no fuera tan atrapante, no sabía cómo decirle que me parecía un estúpido.

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